Tercera Carta Marisa desde Ceuta

“En mi debilidad te haces fuerte en mi” (2 cor 12,9)

En este tiempo que llevo pisando este lugar sagrado de frontera, son muchas las experiencias de VIDA-MUERTE que estoy viviendo y son muchos los sentimientos que me acompañan difíciles de describir.

Que distinto es escuchar en las noticias, que un grupo de inmigrantes han entrado en una patera en las costas de Ceuta o Melilla, desde un lado de la valla que ir a comprar y encontrártelos cubiertos con las mantas rojas de la cruz roja por la calle camino del Ceti, acercarte a ellos y darles la bienvenida a Ceuta repitiendo con ellos “boza, boza” ya están en casa, en su primera parada.

Que distinto es  escuchar, como lo estamos haciendo estos días,  la cantidad de hermanos y hermanas que están muriendo en el mar, llorar por ellos, mientras los acompañas a enterrar porque sus sueños se lo hemos impedido.

A este lado de la valla, van de la mano  la rabia con la misericordia, y me acompaña constantemente la pregunta  ¿Dónde está tu hermano/a? ¿Qué has hecho con tu hermano/a?

Es difícil transmitir el sentimiento agridulce que se vive cada día, como ya os he contado anteriormente: mientras ellos  te comparten, sus alegrías de llegar, el poder  aprender español, la convivencia  y la relación tan bonita que se da, el que te vayan contando sus sueños y sus historias…por otro lado, se convive con el dolor de la muerte, la soledad, los recuerdos que han dejado, la lucha por sobrevivir en los bosques esperando la oportunidad de poder “pasar” bien por mar o saltando la valla.

No puedo más que repetir el texto de Corintios, “En mi debilidad te haces fuerte en mí “, porque así lo siento estos días, cómo Dios se hace fuerte en mi propia debilidad y en la de ellos.

He podido ir a Rabat, con Pilu e Irene, dos voluntarias de la asociación  y tocar de cerca las manos frías de los chicos que están escondidos en los bosques, esperando la oportunidad de poder pasar a Ceuta, bien en patera o saltando la valla, darles bolsas de comida y ropa caliente, mientras la policía marroquí, vestidos de paisanos los cogen en los coches para devolverlos a la frontera más lejana, o destrozarles los campamentos,  he visto el miedo en sus ojos a la vez que el agradecimiento por acordarnos de ellos, es Dios quien sale en mi camino, en nuestras cunetas, para encontrarse con nosotras,  de diferentes países, edades, lenguas y donde me habla de dejarme tocar por esta realidad tan intemperie, tan desnuda, tan en silencio. ¿Qué querrá preguntarnos Dios, hoy aquí?

Decimos en nuestros documentos que “Las huellas del Resucitado  en nuestro mundo, pasa por acoger lo que está aconteciendo en sus límites y realidades más fronterizas”  y aquí al otro lado de la valla se puede decir que cada experiencia, cada encuentro  es el resucitado el que sale al camino sin que te lo esperes.

Pero la realidad hace que nos pongamos en un lado o en el otro del camino. Y mientras unos se juegan la vida porque cómo ellos dicen “ya no tenemos nada que perder, queremos VIVIR”,   arriesgándolo todo, por su dignidad (Y como me decía un alumno el otro día conjugando el verbo tener, “Nosotros tenemos derecho a una Vida”), otros son meros espectadores  de lo que está ocurriendo todos los días en las playas.

En este tiempo, en este lugar, es mucha la Vida la que llama a mi puerta cada día, desde los detalles de la comunidad para ser una más, el poder ir con Paula a ver toda la realidad de la valla, el asomarme a la realidad de  las mujeres porteadoras que son cargadas como animales para poder ganarse 10 euros al día,  y que entran y salen una y dos veces por la frontera, el poder compartir la Eucaristía con ellos los Domingos y donde sientes de verdad las palabras que tanto decimos de “poner en el centro a los que son expulsados de la Mesa,  porque sin ellos/as la fiesta y el banquete es negación del Reino de Dios”.

El poder escucharles cómo han vivido en el bosque, intentando sobrevivir y luchar cada día para no embrutecerse y perder su dignidad, el acompañar algunos a correos para poder sacar algo de dinero que les mandan sus familias,  entregando mi documentación porque este sistema judicial no les reconocen, y sentir su agradecimiento cuando les das lo que les pertenece.

Agradezco el interés que tienen en aprender el español para poder seguir el camino, el esfuerzo que hacen cada día, y las ganas de superación, “somos una familia” como tantas veces repiten Cande y Paula, y eso se nota cada día, son ellos los que te hacen hueco, y te hacen sentir hermana y parte de una humanidad más amplia, más universal, y más fraterna.

Hemos tenido diversas actividades, juegos cooperativos, asambleas, y también hemos cantado, reído y bailado, celebrando que la Vida puede más que la muerte, que da igual a que Dios rezamos Alá o Jesús, que el Dios universal nos une a todos/as, y que como el evangelio del próximo Domingo nos dice, “El óvolo de la viuda” ellos dan todo lo que tienen, lo que son.

Me reconozco privilegiada tocar esta tierra, esta realidad porque son ellos los que me ayudan cada día a valorar lo más pequeño, lo que no cuenta aparentemente, a mirar desde “el otro lado”, desde la otra orilla que tanto se nos dice, y que difícil es cruzarla para ellos. Estos días me acompaña también la realidad de la frontera de Melilla, desde la información que nos llega por las redes de derechos humanos, el gobierno está poniendo las cuchillas en las concertinas de los tres kilómetros que faltaban y por donde podían saltar.  El Ceti que tiene capacidad para quinientas personas están ahora dos mil, cuando escucho en las noticias que estamos viviendo una crisis de migración, creo que lo que estamos viviendo es una crisis de solidaridad, de humanidad y cuando les pones rostros y te vas “dejando afectar” por ellos solo sientes indignación y dolor.

El Dios de la historia es comunidad de Amor, alteridad e interdependencia y actúa en la historia colectivamente, enredando personas, pueblos y sueños de inclusión y justicia”  (Nº 57) como dicen nuestros documentos, agradezco  a los colectivos sociales, tanto de la asociación Elin, como las redes de Lavapiés, y tanta gente anónima, que pueden facilitar la vida de aquellos hermanos que han llegado a la península, y nombro hoy a Ronaldo y a Lawson porque hoy  ellos “pueden soñar”.

Gracias a cada una de vosotras, porque me siento acompañada, por vuestras llamadas, vuestros correos, vuestra cercanía, vuestras oraciones por esta realidad.

“Que Dios  de corazón intercultural, nos abra los oídos para recibir el clamor de tantos de hermanos y hermanas. Que su Palabra encarnada, y ya pronunciada en lo más hondo de nuestras entrañas se haga milagro en los sentidos de nuestra condición humana para recobrar la dignidad y la esperanza.

Y que nos ensanche a cada una, para poder caminar juntas  hacia la tierra nueva, donde brota la nueva vida que va emergiendo”

Gracias.

Ceuta, 7 de Noviembre del 2015