“La vida humana no tiene precio” o “todo angoleño cuenta”, es un discurso que la mayoría de los angoleños no tiene costumbre de oír por parte de sus gobernantes, y más aún si este discurso está acompañado de acciones que lo confirman, y así parece ser que por primera vez no es solo “decir por decir”
La semana pasada el responsable de la Comisión interministerial, dijo en la Asamblea Nacional: “A nosotros se nos exige que hagamos todo al mismo tiempo”. Todo al mismo tiempo no, pero ya hubo tiempo para hacer casi todo. Digan mejor, que antes no había la motivación ni la voluntad que el Covid-19 abrió de forma tan sorprendente.
El COVID-19 ha hecho que los gobernantes se percaten de la existencia de los más vulnerables, que asuman el poco o ningún trabajo hecho para mejorar las condiciones básicas que garanticen, por ejemplo, el acceso al agua potable para la mayoría de la población. En un abrir de ojos, se dieron cuenta de la existencia de millares de personas, que en todo el país, trabajan aglomerados en mercados informales habitados por más bacterias y virus que por personas.
Este milagro es real y no se mide por el “esfuerzo” que el gobierno dice que está haciendo ahora, pero sí porque el COVID-19, en las últimas semanas obligó al gobierno a un cambio de rumbo. Nunca como ahora, el sector de la salud fue considerado tan importante para invertir en él; es verdad que todavía estamos en situación de emergencia, pero en plan de cuidar el mayor número de angoleños con cierta dignidad. No hace mucho tiempo, el propio gobierno se alegraba con el aumento de las despensas destinadas a este sector, pero si volvemos la mirada atrás, confirmamos que en los últimos cuatro años, el sector de la salud ha tenido poco peso en el presupuesto general del estado.
En el 2016, se destinó a este sector el 4, 35% del presupuesto, en el 2017 fue de 4,30%, en el 2018 bajo para 4,01% y sólo en el 2019 aumento para el 5,65%. Aún con este aumento, es clara la desventaja que tiene frente a los valores atribuidos para sectores como Defensa y Servicios Públicos en general.
Este presupuesto generalmente bajo, debía ser utilizado para combatir enfermedades endémicas que están presentes en Angola y que parece que compiten con el COVID-19, y lamentablemente forman parte del día a día en nuestro país, enfermedades como la malaria, por ejemplo, que del 2016 a 2018, mató 40 mil angoleños. Sin embargo, ahora gracias al COVID-19, hubo voluntad para crear condiciones sanitarias y de saneamiento mínimas, así como, formar a la población para adoptar hábitos de higiene personal, mejorando considerablemente el acceso al agua y esto, por sí solo, podrá ayudar a disminuir la malaria en el país.
De la mano del COVID-19, los discursos extremamente politizados, alaban al gobierno, colocándolo como el salvador: “aquel que da agua”, “aquel que da jabón”, “aquel que da comida”…lejos de las obligaciones que debería cumplir, el Gobierno está más en el papel de benefactor y filántropo que propiamente de servidor público, responsable por proveer, pero responsable también por la escasez y falta de condiciones básicas. Sólo cambió porque el COVID-19 lo obligó. Democrático, como ha demostrado ser, esta enfermedad niveló las diferencias sociales y financieras. Aisló los Estados, dejando pocas o ninguna alternativa de emergencia para quien siempre puede huir y hacer “turismo de salud” (Aquellas personas que tienen posibilidades económicas de salir a tratar sus enfermedades a otros países)
El COVID-19 impuso unos cambios de perspectiva mundial, pero esencialmente local. Si antes los gobernantes ignoraban a los vulnerables; hoy insistir en esa ceguera selectiva, puede literalmente significar el suicidio. Y es de allí de donde vienen los aparentes cambios de las élites gobernantes y financieras, percibiendo que no basta levantar muros altos, aislarse en residenciales de lujo, cuidados médicos en el exterior o encerrarse en un mundo, aparentemente protegido.
Gracias al COVID-19, entendieron rápidamente que la seguridad del otro es su propia seguridad, así como su bienestar. Entonces, es imprescindible reforzar unidades de salud, mandar venir médicos de fuera, recoger apresuradamente bienes alimentarios y agua para ser distribuidos gratuitamente y así minimizar el riesgo de convivir en el mismo espacio. Y al mismo tiempo, apresuradamente, maquillar los defectos estructurales y los hábitos obsoletos de gobernación. Todavía se espera que reconozcan que esta cantidad significativa de los vulnerables no son solo electores, sino que precisan ser reconocidos como ciudadanos.
Mandele Rocha