Juan de Herrera, es un pueblo campesino y tiene muchísimas comunidades dispersas. Las Apostólicas acompañamos pastoralmente muchas de estas comunidades. En estas comunidades hay múltiples casitas de madera, de lata o con mezcla de cemento, con las que se alternan campos de mangos, de aguacates, de plátanos, de arroz, guandúles… Aunque en todos estos lugares hay abundante vegetación, y hay bastante sensibilidad con todo lo que implica la ecología. Vivimos en un entorno muy sencillo y humilde que acoge al que llega con inmenso cariño. En estas comunidades se viven unas relaciones muy cercanas…

República Dominicana vive una “gran religiosidad” y muchas creencias configuran su cotidianidad, aunque hay una fuerte presencia de la Iglesia Diocesana con la pastoral sacramental, la vida de las comunidades de base, la alfabetización, los promotores legales y diferentes talleres de todo tipo. La experiencia de vivir en este pueblo nos hace cantar, como el grupo español Ain karem: “desde abajo y desde dentro te encarnas en Nazaret y en las cosas más pequeñas nos invitas a creer”.